cultura
Entrevista
Natxo Velez | EITB Media
La escritora de Markina ha publicado "Bar Gloria", una novela que atrapa con la vaporosa y sugerente consistencia del cuento vidas en vías de extinción, salpicadas por el humo, el serrín y la grasa de los bares.
Nerea Ibarzabal. Foto: Conny Beyreuther.
La escritora Nerea Ibarzabal Salegi (Markina-Xemein, 1994) publicó el pasado otoño la novela "Bar Gloria" (Susa, 2022), pero pasó el año enredada en el frenético calendario pospandémico de campeonatos de bertsos: en diciembre de 2021 se proclamó campeona del Campeonato de de Bizkaia de Bertsolaris, y en diciembre de 2022 concluyó en el séptimo puesto el Campeonato de Euskal Herria de Bertsolaris.
Pasada la "larga" resaca de los campeonatos, hemos hablado con la escritora para desgranar algunos detalles de "Bar Gloria", una historia repleta de fascinantes imágenes y descripciones. Ibarzabal ha fijado en el libro el carácter de un bar, el tono de una humanidad poliédrica atravesada por el olor a aguardiente, el tacto grasiento y una atmósfera cargada de humo; ha plasmado en 183 páginas los gozos y las angustias de un sujeto colectivo formado por una serie de personas atrapadas en un espacio, en su estrato dentro de la escala de poder y en sus fatigosas tareas.
En su primera novela, Nerea Ibarzabal dota a "los eternos achaques de las personas que han crecido alrededor de un bar" de la fuerza de la literatura, ese asidero que camina siempre dos pasos por delante de la devastación, y lo hace con un magnífico uso del lenguaje y el despliegue de su fuerza ora centrípeta (la palabra, como herramienta que atrae y conserva la fuerza en suspensión de todo lo que la rodea) ora centrífuga (la palabra como instrumento elástico que se amolda y deforma para adaptarse a nuevas realidades y miradas).
Hemos hablado con la escritora markinarra para saber más sobre "Bar Gloria".
El libro se abre con una minuciosa y sugestiva descripción del bar, uno de los principales elementos de la novela, y fue eso lo primero que escribiste para la obra. ¿Qué suponía, en aquel momento, esa descripción para ti? ¿Qué buscabas?
Sí, comencé a escribir por ahí, porque yo también tenía que ver cuál era el bar en el que iba a encuadrar el libro. Yo también partí en busca del bar.
Y te encontraste, o colocaste, una cabeza de buey colgada sobre la puerta
La mirada del buey puede dar un efecto de ojo de pez. Quería buscar una realidad aumentada sobre el bar, y ver por mí misma, antes de adentrarme en los siguientes capítulos, qué protagonistas tenía y cómo se mostraban al exterior.
Además, el buey tiene también un valor simbólico de cara a los paisajes que más tarde aparecen en la historia. En esa pared, puede suponer una pista sobre el paisaje agrícola, y nos señala qué tipo de familia podría colgar una cabeza de buey en un bar de esas características.
Comencé a escribir guiada por la intuición, para situarme a mí misma.
Nerea Ibarzabal. Foto: Oier Iurramendi.
La novela gira en torno a ese ambiente tabernario, lleno de grasa y humo. ¿Cuándo te diste cuenta de que ibas a apoyar la historia sobre él? ¿Por qué un bar y por qué un pueblo industrial de la década de 1970 o 1980?
La verdad es que la realidad en torno a los bares me ha sido muy cercana en mi infancia. Muchos de mis recuerdos infantiles están unidos de alguna manera a los bares, y me di centa de que contar un bar me parecía un reto interesante. Sentí un impulso por determinar cómo contar un mosaico de lugares, de ruidos, de personas, de esos territorios en los que lo público linda con lo privado y no se puede separar el trabajo y el hogar… Me atrajo el ejercicio de ordenar ese caos.
Respecto a la época, yo no la viví, ya que nací en la década de 1990, pero se trata de unos años que me generan curiosidad política, musical y emocional y me parece que quienes los vivieron los cuentan con mucha nostalgia. Yo lo quería contar de otra manera para acercarme desde otra mirada a la juventud de nuestras madres y padres.
Es cierto que no sé si la época es tan determinante en el libro, y no cito ningún acontecimiento político ni histórico concreto. Aun así, creo que todavía quedan bares de ese estilo.
En el fondo, lo que quería contar son los eternos achaques de los niños y niñas, jóvenes y personas en general que han crecido alrededor de un bar.
Colocas principalmente a tres personajes en torno a ese escenario: Rakel, Migel y Ana. Su personalidad es perfilada con trazo fino, pero en ningún momento se impone la mirada de ninguno de ellos. ¿Te ha costado aplacar la tentación de, por ejemplo, extender la mirada de un personaje tan rico como el de Rakel y acabar imponiendo su punto de vista en la historia?
La verdad es que sí. Rakel tiene unas emociones tan explosivas y tantos altibajos que literariamente podía resultar adictivo escribir sobre ella, aunque también podría resultar muy caótico.
Creo que necesitaba a Migel y Ana en primer plano para poder contar mejor el bar. En el caso de Ana, se trata de una mujer más responsable y casi obediente, y creo que, en el caso de las mujeres, esa personalidad resulta más peligrosa que la de Rakel, porque puede resultarles más difícil hacer frente a algunas opresiones. A veces, las mujeres de este tipo queden atrapadas más frecuentemente en lugares que no desean, precisamente por no haber explotado antes.
En el caso de Migel, se trata de un personaje que abre la puerta a bares y ambientes más libres de la época, y que nos cuenta que quien no tiene dinero lo tiene complicado para escapar ya que la libertad es cara en todos los sentidos. Además, a través de él vemos qué ocurre cuando representas un hombre no hegemónico en una esfera tradicional y de qué manera te atraviesa la violencia.
'Bar Gloria' (Susa, 2022)
La historia viene fragmentada en veintisiete escenas que avanzan y retroceden en el tiempo. ¿Por qué optaste por esta estructura?
Como te decía, quería reflejar el mosaico que supone el bar, pero también su pasado y su futuro: la infancia anterior al bar y una madurez posterior a él.
Me gustan los libros que introducen saltos en el tiempo porque creo que suman dimensiones a los personajes, aunque reconozco que a veces puedan resultar confusos.
Los y las personajes sufren incidentes a veces muy violentos, pero el pulso de la historia y la inercia hacen avanzar a pesar de todo tanto a la historia como a los propios personajes…
Un hecho violento puede tener consecuencias muy diferentes, sobre todo si tienes que seguir adelante y seguir trabajando. Esto sucede sobre todo cuando el incidente violento no ha sido reconocido, cuando te ha tocado gestionarlo como has podido por culpa del entorno.
Al fin y al cabo, quería contar cómo cambian las relaciones dentro de una familia cuando falta algo, ya sea el padre o la madre o el propio bar, y también cuán efímera puede convertir el transcurrir de la vida una relación entre compañeros de trabajo que algún día fue muy estrecha.
Esa efemeridad nos muestra cómo puede diluir la inercia de nuestras vidas algo que en un momento concreto nos ha parecido un acontecimiento enorme.
Nerea Ibarzabal en Baiona, durante el Campeonato 2022. Foto: XDZ.
Visto desde fuera, parece agotador. ¿Cómo ha sido encadenar dos campeonatos de bertsos y publicar una novela en un año?
Agotador, tú lo has dicho. Sobre todo, porque el hecho de escribir y el Campeonato te exigen dos tipos de energía muy diferentes.
El Campeonato es algo muy animal, tienes que estar muy alerta y todo es urgente. Se trata de algo más cercano al miedo.
Por el contrario, escribir te exige otro sosiego, otro tempo para reflexionar.
He tratado de diferenciar ambos al máximo posible, pero he acumulado el cansancio de los dos. De todas formas, ya estoy mejor.
¿Qué sensaciones te ha dejado el final de los campeonatos?
Estoy satisfecha, en general. Me ha tocado cantar en cuatro ocasiones, y, como en la final no disfruté tanto, parece que las tres anteriores eliminatorias y todo el otoño quedaron un poco ocultos.
Pero ahora he empezado poco a poco a acallar mi malvada y autoexigente voz interna, y permito a mi voz compasiva decir que he trabajado mucho, que ha sido muy complicado y agitado y que estoy contenta con el resultado. Si me lo hubieran dicho en verano, no lo hubiera creído, y me quedo con eso: estoy satisfecha y agradecida por poder haber llegado hasta aquí.
¿Qué detalle te llama la atención en la foto que este Campeonato ha hecho al estado del bertsolarismo?
Creo que me quedaría con algunas imágenes más allá de la final. En las semifinales hubo un nivel increíble, y muchos y muchas aspirantes a finalistas. Eso es algo muy bueno para el bertsolarismo.
En lo que respecta a las mujeres, diría que, comparado con el del Campeonato de hace cinco años, el eje de los y las oyentes se ha movido, que los temas que se tratan ahora han cambiado con respecto a los que se trataban entonces.
El discurso de muchas mujeres ha sido oído de un modo diferente, y nuestras intenciones artísticas e ideológicas se han entendido. Este año ha habido tres mujeres en la final, pero diría que el pueblo estaba dispuesto a que hubiera habido más.
Ha habido nivel, cosas que contar e interés por parte de los y las aficionadas, y es con eso con lo que me quedaría.
El libro está repleto silencios y de actos que no acaban por realizarse, aquello que Harkaiz Cano llamó en Twist "cosas que se piensan pero no se dicen". ¿Cómo nos define lo que callamos o dejamos de hacer? ¿Cómo has trabajado los silencios en "Bar Gloria"?
En general, me identifico mucho con esa frase de Twist y con las personas que piensan muy fuerte aunque no hablen tanto hacia fuera.
Con los personajes también he hecho eso: oimos más sus pensamientos que lo que dicen. Al hilo de este creo que los bares son sitios que, aunque sean muy ruidosos, albergan grandes silencios.
El bar es una especie de maqueta de la sociedad en la que se cruzan diferentes relaciones de poder. En este caso, además, existe una familia, y aparecen las opresiones y los silencios propios de esta institución familiar, a los que hay que sumar los de un negocio en el que los trabajadores y las trabajadoras están a merced del cliente, aparece esa especie de esclavitud que afirma que el cliente siempre tiene la razón, y los y las de casa no pueden hablar con tranquilidad porque siempre tienen a su puerta a los clientes.
He tratado de decir a través de los gestos, las miradas y otras descripciones aquello que no se podía expresar con las palabras.
Utilizas un lenguaje muy minucioso y elástico que a veces tiende a ser explicado mediante ese atajo llamado "inspiración" o "elocuencia", lo que eclipsa el arduo trabajo para conseguir ese registro. ¿Cuántas horas de trabajo y de desbroce hay detrás de esa prosa tan disfrutable?
Como dices, hay muchas horas de trabajo y de desbroce detrás del libro. Aunque sea algo que se trabaje, en el bertso esa "inspiración", una ocurrencia, puede ser algo que te llegue en tres segundos, pero, cuando te enfrentas al párrafo, si algo no es bueno al día siguiente estará borrado.
El libro exige un trabajo de artesanía más largo, y, en mi caso, creo que a día de hoy lo desbrozaría incluso más.
En ese sentido, me ayudaron mucho la editora Leire Lopez, Iñigo Astiz, Uxue Alberdi, Miren Amuriza y otras compañeras a las que pasé el texto. Ahí me di cuenta del miedo que hay a que no te entiendan, cuando te enfrentas por primera vez a escribir algo tan largo.
Te parece que tienes que subrayar algunas cosas una y otra vez, pones y quitas adjetivos aquí y allí, y te dices a ti misma no van a entender lo que quiero decir. Más tarde, la editora te dice "lo hemos entendido", y resulta un alivio.
Ha habido que hacer un trabajo de compactación, pero tengo una forma muy audiovisual de mirar al mundo, me enredo mucho en las descripciones y he tenido ayuda en esa labor de contención.
Tanto la historia como la prosa de "Bar Gloria" son a veces muy exhaustivas y otras veces más sugerentes. ¿Qué tipo de lector implícito te has imaginado para decidir hacia dónde moverte en ese equilibrio?
Creo que al principio no tenía en mente a ningún lector. En 2020 gané una beca de creación cultural del Gobierno Vasco para escribir esta historia, pero la ayuda no acarreaba el compromiso de publicarla.
Entonces, esas primeras hojas de libro fueron en otra dirección: quería atrapar en mi mente ese bar y la manera en la que se expresaban en euskera quienes se movían por él. En ese momento, elabore una memoria lingüística sobre mi entorno y mi infancia, un ejercicio de recuperar algunas frases o dichos que se intuye en la forma de hablar de Patxi y otros personajes más mayores: frases hechas, el énfasis de algunos enunciados…
Creo que estaba en mi interior esa función de la literatura: capturar un mundo que crees que va a desaparecer. Quería atrapar muchos mundos: un mundo tradicional concreto, un mundo lingüístico… Porque quizás dentro de algunos años ya no existan algunas clases de personas.
A pesar de haber disfrutado escribiéndola, has dicho que la novela ha supuesto "una obsesión muy fuerte". ¿Cómo has convivido con esa obsesión?
La verdad es que he escrito el libro tomándome tiempos libres; durante la semana trabajaba, y muchos fines de semana tenía recitales de bertsos.
Me tomaba los fines de semana libres, y realizaba "retiros" para escribir; sobre todo, funcioné así durante dos agostos. Tengo recuerdos muy luminosos, pensaba mientras paseaba al perro, pero luego me encerraba en la habitación con las persianas bajadas. Fue bonito pero duro.
Al principio escribí en un cuaderno, a mano. En mi paso, de la misma manera que pienso mejor mientras paseo, escribo mejor a mano, debe de haber algo mecánico ahí. Luego, sí que lo reviso mejor con el ordenador.
Además, me ayudó mucho compartir el texto con otros y otras creadoras y bertsolaris. Creo de verdad que si ellas y ellos no me hubieran dicho "aquí hay algo", estaba muy dispuesto a guardar el texto en el cajón.
Es muy importante tener alrededor gente que te dé un último empujoncito.
Nerea Ibarzabal. Foto: Conny Beyreuther,
Ya han pasado unos meses desde que publicaste el libro. ¿Qué reacciones has recibido?
Es cierto que disfruté más del proceso de escribir. Desde que se publicó, han aflorado todos los miedos y dudas, ya que algo tan tuyo ha pasado a ser de todo el mundo.
Me he dado cuenta de que no estoy muy muy a cómoda, pero, afortunadamente, se coló un Campeonato de Bertsos en el camino, y un gran porcentaje de quienes se me acercaban era de eso de lo que me hablaban.
La gente a la que le ha gustado me lo ha dicho, y, como se suele decir, a quien no le ha gustado nunca te va a decir nada. Podríamos decir que en la escritura hay una ventaja que no existen tanto en los bertsos.
Le época en la que estaba muy obsesionada con el libro fue hace dos años, y es ahora cuando está en la calle. Yo misma también he cambiado de lugar en este tiempo, y a lo mejor ya no estoy tanto en este libro.
Pero creo que la creación tiene eso: nunca logras del todo trasladar al papel lo que tenías en la cabeza, se quedan muchas cosas en el camino. De todas formas, tienes que llevarlas al papel para que, en caso de que hubiera un segundo papel, fuera mejor que el segundo, para que si hubiera un tercero fuera mejor que el segundo…
Creo que las creadoras tenemos que bajar al barro para fallar. Si no, tendríamos una hoja en blanco. Y así es como ha sido.
¿Tienes algún otro proyecto de escritura en mente?
No, no tengo un segundo libro entre manos.
Pues Eneko Sagardoy se ha chivado de que habéis escrito un cortometraje…
¡Sí! Es un cuento que publicó la editorial Lanku hace cuatro años en Buruz Buru (se trata de una colección en la que un o una creadora de otra disciplina proponía una idea para que un o una bertsolari la desarrollará en un texto de prosa, y Nerea Ibarzabal desarrolló la premisa de Eneko Sagardoy). Van a empezar a rodar, pero mi trabajo está hecho ya hace tiempo.
Les dije que no podía ayudarles con todo el lío del Campeonato y tal; entraré más tarde, pero no sé muy bien en qué punto se encuentran. Le llamaré a Eneko.
¿Qué lee una escritora? ¿Qué libros han llamado tu atención últimamente?
Durante el Campeonato de Bertsolaris, he estado leyendo ensayos y cosas como más sesudas e incluso ideológicas. He leído "Filosofia amaitu gabea", de Marina Garcés, publicado en euskera por Jakin.
Hace poco, durante las Navidades, disfruté mucho del libro "Todo lo que crece", de Clara Obligado. Son textos breves sobre literatura, naturaleza, el exilio… Escribe muy bonito, y me ha relajado mucho. Me ha ayudado a bajar al suelo en un momento que estaba muy desubicada.
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