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Crónica Coronavirus

Las zonas de socialización son eslabones a cortar en una cadena de transmisión viral.

JB

La Covid-19 ha encontrado en los espacios de socialización humana una zona idónea para su transmisión viral, condicionando toda la actividad socio-económica con su insidiosa capacidad de contagio.

  • Una mascarilla gigante en el centro de Gasteiz recuerda su uso obligatorio conbtra la Covid-19

    Una mascarilla gigante en el centro de Gasteiz recuerda su uso obligatorio conbtra la Covid-19

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 El cierre total de la hostelería y el toque de queda a partir de las diez de la noche, restricciones más sobresalientes del conjunto de nuevas medidas aprobadas por el Gobierno Vasco, no tienen otro objetivo que cortar la desbocada cadena de transmisión  de un virus descontrolado y evitar el confinamiento domiciliario de los pasados meses de Marzo, Abril y Mayo.

 Las opiniones sobre la idoneidad u oportunidad de las medidas son libres, pero los datos de contagios y hospitalizaciones incontrovertibles y la situación preocupante. La hostelería se siente injustamente señalada. Exigen medidas de compensación y rescate de una actividad económica, clave en el sector servicios. Nadie criminaliza a los dueños de los bares, cafeterías o restaurantes de la explosión de la segunda oleada del virus, a los que la administración tiene la obligación de escuchar y atender, pero existe el convencimiento de que son espacios generadores de una gran movilidad  donde la frágil conciencia ciudadana más se relaja y prescinde de las normas de prevención. Nuestras zonas de socialización son los eslabones idóneos en la cadena de la transmisión viral. Científicos y autoridades en el  mundo de la salud venían reclamando medidas más drásticas antes de que la situación fuera insostenible.     

 La crisis sanitaria  ha derivado en una severa crisis económica con serias  repercusiones sociales. Tenemos más dudas que certezas; más preguntas que respuestas. No salimos del desconcierto. Vivimos en una incertidumbre sistémica que tenemos que aprender a gestionar.

A medida que avanzan los contagios nos preguntamos: ¿Qué está fallando en nuestro sistema para que la Covid -19, después de haber sufrido una primera oleada y a pesar de todas las advertencias de los científicos, nos haya vuelto a coger totalmente desprevenidos?

La cara factura que la capital alavesa, por ejemplo,  pagó en el debut de la pandemia no ha servido de aviso y menos de  salvoconducto alguno. Si alguien pensaba en el coronavirus como una incómoda pesadilla primaveral  y que la malentendida nueva normalidad se instalaría en el verano estaba en un craso error.

Una contradicción en sí misma; la normalidad si es es nueva, deja de ser normalidad. Si lo que se pretendía es volver de nuevo a la vieja normalidad, tras una acelerada desescalada, los hechos han demostrado que se trataba de una nueva equivocación.

Las crisis son oportunidades- nos dicen- pero Daniel Innerarity afirma que los aprendizajes que hacemos son exasperadamente lentos y desde luego  no están a la altura ni se realizan con la profundidad que requerirían los graves problemas que las crisis de este siglo han ido revelando acerca de la naturaleza de la sociedad.

Somos capaces de descubrir bolsas de agua  helada  Marte, pero incapaces de  controlar la expansión de un virus invisible  con una insidiosa habilidad de contagio. La vulnerabilidad biológica se transforma en vulnerabilidad social. No   somos inmunes, ni autosuficientes. El virus cuestiona nuestra capacidad estratégica y escasa previsión. La naturaleza, cuando se siente agredida, responde a la arrogancia humana  con un mensaje encriptado en un virus: “yo te hago a ti, lo que tú me haces a mí”. (Slavoj Zizek)

El Sars-Cov-2  ha demostrado no tener fronteras, ni su interpelación tampoco; exhorta por igual  a Estados, administraciones, autoridades y ciudadanos sin distinción. La interpelación es general, aunque al analizar la lista de los damnificados observaremos que  en sociedades marcadas por la desigualdad son más unos que otros.

Esta crisis no es el fin del mundo, pero sí de un mundo. Tenemos la certeza de que la vamos a superar, pero desconocemos la dimensión de una factura que en gran medida dependerá de nuestras decisiones y actuaciones.

 Ahora es tiempo de distanciamiento social, higiene y un cierto grado de aislamiento para que cuando volvamos a estar juntos no nos falte nadie.

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