Euclid desvela la primera página de su mapa cósmico. Efectos de la exposición desmedida a las pantallas

El primer fragmento del mapa del cosmos que está elaborando el telescopio espacial Euclid consiste en un mosaico de 208 gigapíxeles, creado a partir de dos semanas de observaciones. Euclid cubrió 132 grados cuadrados del cielo austral. Para hacernos una idea esto equivale a más de 500 veces el área de la Luna llena. Este mapeo, que contiene datos de miles de millones de galaxias y de decenas de millones de estrellas de la Vía Láctea, representa sólo el 1% de los datos que Euclid va a captar durante los seis años que dura la misión. El objetivo de todas estas observaciones es intentar esclarecer la naturaleza de la energía oscura y la materia oscura, que conforman el 95% del cosmos. Francisco Javier Castander, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas es uno de los dos coordinadores del consorcio Euclid en España y con él comentamos este primer gran hito de la misión europea, la publicación de la primera parte de su mapa del Universo.

Las corrientes en chorro son canales de vientos muy fuertes que circulan a entre 9 y 16 km por encima de la superficie. Se estima que pueden circular a velocidades de entre 100 y 250 km por hora a lo largo de miles de km. Estas corrientes se forman debido a la diferencia de temperatura entre el aire muy caliente de los trópicos y el muy frio de los polos y recorren el planeta de oeste a este. Hay cuatro grandes corrientes en chorro, dos polares y dos subtropicales, cuya localización no es fija, y que juegan un papel muy importante en el tiempo meteorológico. La protagonista del estudio internacional que vamos a comentar a continuación es la corriente polar del hemisferio norte, responsable, según publica Nature, de los fenómenos extremos que se han registrado en Europa en los últimos 700 años. Este estudio cuenta con participación de la Universidad Politécnica de Madrid, donde trabaja nuestra invitada, Isabel Dorado, concretamente en el departamento de Sistemas y recursos naturales.

A pesar de su uso continuo desde la primera infancia, las pantallas no son un juego ni un juguete para niños. Las razones las explica María Couso en su librocerebro y pantallas, en el que analiza los efectos de una exposición precoz, intensa y mal gestionada en la infancia y adolescencia a videojuegos, redes sociales, aplicaciones y demás contenidos tecnológicos. María Couso es pedagoga, con un máster en psicopedagogía clínica y neuuroeducación.