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Pese a Fukushima, Japón se adhiere al pacto para triplicar la producción nuclear

Felipe Etxebarria

Felipe Etxebarria

Es curiosa la actitud de Japón, que ahora firma el pacto para relanzar este tipo de energía. Tras el desastre de la central de Fukushima, Japón decidió cerrar el resto de sus centrales nucleares.

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Entre los signatarios del pacto a favor de un aumento masivo de la energía nuclear se encuentra Japón, pese a la catástrofe de la central de Fukushima. Alemania, que ya decidió cerrar todas sus centrales nucleares, se ha autoexcluido de este pacto donde se encuentran los principales países del mundo.

Es curiosa la actitud de Japón, que ahora firma el pacto para relanzar este tipo de energía. El 11 de marzo de 2011, un fuerte terremoto y un posterior tsunami inundó la central de Fukushima y provocó una explosión en dos de sus reactores, con graves consecuencias que duran hasta la actualidad. Tras el desastre en esta central, Japón decidió cerrar el resto de sus centrales nucleares, decisión ahora cuestionada con la firma de la declaración de 20 estados de todo el mundo en Dubái para relanzar y triplicar la producción de este tipo de energía.

El desastre de Fukushima reforzó el movimiento antinuclear en Alemania, donde el Partido de los Verdes cuenta con una fuerte implantación, y decidió así cerrar todas sus centrales nucleares para el año 2022.

La vecina Francia, por el contrario, se ha convertido en el país nuclear más intenso del mundo. Estados Unidos tienen una producción nuclear mayor, pero Francia ha basado la generación de energía mediante fuentes nucleares en una proporción mayor que cualquier otro país. Las dos terceras partes de la electricidad producida en Francia proviene de fuentes nucleares. Es, además, el país que más electricidad proveniente de esta fuente exporta.

Tras Estados Unidos y Francia, China es el tercer mayor productor del mundo de electricidad obtenida por medios nucleares.

En 2021, 441 reactores nucleares repartidos por todo el mundo produjeron aproximadamente el 10 % de la electricidad global. La energía atómica es considerada relativamente barata, una vez amortizado el alto coste que conlleva la construcción de una central nuclear.

La energía atómica no produce gases de efecto invernadero, pero plantea el grave problema de qué hacer con sus residuos, cuya radiactividad se mantiene durante cientos de años.

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