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Análisis
Iñigo Herce
- Bilbao -
El pleno de investidura ha estado centrado en tres cuestiones: cómo hacer frente a la crisis, cerrar el capítulo de la violencia y la necesidad de un nuevo estatus político para Euskadi.
El inicio del pleno de investidura de la décima Legislatura del Parlamento Vasco ha sido un pleno normal, propio de un país normal. Dos candidatos a lehendakari, Laura Mintegi e Iñigo Urkullu, han podido confrontar sus proyectos con libertad. Han planteado propuestas y alternativas para ejercitar la gobernanza y ganarse la confianza de la Cámara, y han puesto el foco en los problemas que afectan directamente a los ciudadanos. Es de justicia por tanto subrayar que la normalidad parlamentaria sea la mejor noticia. Mirado con perspectiva, podría decirse que la convulsa historia reciente de Euskadi, cargada de drama y dolor, ha quedado atrás. Los dos han querido recalcar, eso sí, lo inacabado de la tarea de la paz, y la necesidad de que la legislatura que arranca eche el cierre definitivo a la página de la violencia de ETA y sus consecuencias.
Quien será mañana designado lehendakari ha impregnado todo su discurso con un doble mensaje: la extrema dificultad a la que se enfrenta Euskadi como consecuencia de la crisis; y el carácter de "nuevo tiempo" que supone este inicio de legislatura. El propio discurso de Urkullu ha introducido el término "reinicio" para intentar transmitir que lo que vendrá a partir de ahora será inédito en muchos ámbitos. Apenas ha mirado atrás ni ha hecho una revisión crítica del Gobierno de Patxi López, al que ni siquiera ha mencionado, salvo cuando ha deslizado que el Ejecutivo que él liderará comenzará con 1.400 millones menos de los previstos.
Los pilares sobre los que Urkullu va a asentar su camino son claros: adelgazamiento de la Administración, revisión del entramado institucional, replanteamiento una a una de todas las partidas de gasto, y, habilitación del Parlamento como foro de debate tanto para rematar la consecuención de la paz y la normalización como para abrir el siempre espinoso asunto del nuevo estatus político para Euskadi. Todo un "reset", un auténtico "reformateo" del disco duro de la computadora matriz.
Mintegi ha cumplido con su objetivo. Su discurso ha puesto voz e imagen real al regreso de la izquierda abertzale a la Cámara Vasca. El discurso de Laura Mintegi ha buscado poner de relieve la existencia de otra visión, otro modelo y "otra forma de hacer política", en sus propias palabras. Así, ha combinado cuestiones ideológicas y propias del discurso de la izquierda abertzale –el objetivo de una Euskal Herria independiente y socialista, o la petición del regreso de los presos--, con un detallado compendio de propuestas más centradas en la gestión.
Iñigo Urkullu ha ofrecido varias veces diálogo y mano tendida, y ha emplazado a los partidos a asumir que la envergadura de la tarea plantea la necesidad una implicación de todos. Veremos si las buenas intenciones pueden plasmarse en hechos y acuerdos. Las protestas vividas hoy en el exterior del Parlamento adelantan, eso sí, lo que promete ser una andadura complicada para el nuevo lehendakari.
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