Elecciones Europeas 2019
Análisis
Olatz Simón / EITB.COM
La crisis en Ucrania sacó a relucir el 'soft power' aplicado por la Unión Europea sobre todo ante la política de vecindad.
La crisis de Ucrania sacó a flote el 'soft power' empleado por la UE. Foto: EFE.
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En el debate de los cinco candidatos a presidir la Comisión Europea, el 'soft power' europeo salió a relucir en cuanto la crisis ucraniana se puso sobre la mesa. Hay que imponer más sanciones y no ser tan blandos con Putin, decían, pero no abrir una guerra. Hay que solucionarlo tirando del poder blando, la marca de la casa en las Relaciones Exteriores de la Unión.
El 'soft power' sirve como principio básico aplicado sobre todo a la política de vecindad y, de alguna manera, ha conseguido atraer a los estados vecinos, cercanos, hacia la órbita europea y hacia sus valores. En algunos casos, ha conseguido que inicien reformas o procesos democratizadores a cambio de una perspectiva europea, sea en forma de ayudas, sea con el cebo de tener una relación estable con Europa. Incluso, a veces, con el horizonte de iniciar un proceso de integración en la Unión a largo plazo.
Pero con Ucrania hemos topado, y más concretamente con la influencia que Rusia ejerce en parte del país. La fórmula blanda se ha quedado corta, y se ha dado de bruces contra un muro que nadie sabe derribar, por mucho que se pique aquí o allá.
La otra cara de las Relaciones Exteriores europeas se ha querido centrar en una figura desde hace tiempo. El papel conciliador, humanitario y mediador del esfuerzo pacífico de la Unión se concretó en Mister PESC (responsable de la Política Exterior y de Seguridad Común), que tuvo como primer valedor a Javier Solana. Desde el consejo, y al frente de una "cartera" a la que teóricamente se le confería mucha importancia, Solana supo llenar con su personalidad y dotes para relacionarse, un vacío de competencias, que entonces también, se topaba con muros aparentemente insalvables.
La creación de Mister PESC fue fruto de la voluntad de los estados miembro de ir cediendo algunas competencias, pero siempre sin infraestructura, siempre sobre el papel. Esto cambió en 2007 con la firma del Tratado de Lisboa, que aumenta las competencias de esta figura, crea el servicio de Acción Exterior de la UE y mete a Mr. PESC en el ejecutivo, en la Comisión Europea.
La elegida fue Catherine Ashton y el chiste en Bruselas en aquella época era que los británicos habían conseguido exactamente lo que querían; frenar y controlar la transferencia de competencias y la acción de la Unión como bloque en el exterior, situando precisamente a una compatriota al frente de éste nuevo puesto. Mientras se habló de Constitución Europea, se habló también de que Mr.PESC pasaría a ser Ministros de Exteriores de la Unión. Pero eso, como tantas otras cosas, se quedó en el camino que recorrió la Constitución, pasando por mini Constitución, hasta quedarse en Tratado de Lisboa. De ministro de Exteriores de la Unión, a alto representante para las Relaciones Exteriores.
De Egipto a Congo, de Irán a Israel y Palestina, la Unión Europea ha intentado, y a veces ha logrado con éxito, mediar en conflictos enquistados. También en crisis repentinas. Pero se encuentra de manos atadas, o simplemente en un callejón sin salida, sin saber qué hacer, en Siria. Igual que Estados Unidos. La guerra se les ha ido de las manos y ni adelante ni atrás.
Las retos con los vecinos, con los no vecinos, y la falta de una verdadera política de Seguridad Común, siempre a la sombra de Estados Unidos y del papel de sheriff que Washington ejerce en la OTAN, marcarán también la próxima legislatura respecto a las Relaciones Exteriores de la Unión.
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