Música
Óbito
Natxo Velez | eitb.eus
El eterno líder de Motorhead, nacido para perder y que ha vivido para ganar, ha muerto hoy, a los 70 años. El cáncer se ha llevado al británico venido al mundo para tocar más rápido que nadie.
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El rock and roll es un gorro de cowboy, una barba, una verruga en la mejilla izquierda y un bajo Rickenbacker enchufado a un amplificador Marshall con el volumen al 10. El rock and roll es Lemmy Kilmister.
Kilmister (Stoke-on-Tren, Inglaterra, 1947 – Los Ángeles, EE. UU., 2015) conoció el rock mucho antes de encabezar los festivales de medio mundo con su banda, Motorhead, y lo hizo desde muchos otros ángulos, donde los focos calientan menos; trabajó incluso de ayudante del equipo de Jimi Hendrix cuando el guitarrista de Seattle tocaba en Inglaterra. Desde que alucinará al ver a los Beatles en el mítico The Cavern de Liverpool, el rebelde bajista y cantante ha vivido por y para la música
Ya bajo los focos, primero con el grupo Hawkind y desde 1975 al mando de Motorhead, que tomó su nombre de la última canción que Lemmy escribió para Hawkind, Lemmy ha reivindicado la autenticidad por escenarios de medio mundo, hasta 18 días antes de su muerte, cuando ofreció su última actuación, en Alemania.
En su largo y fecundo camino, el trío ha dejado un sinfín de tesoros, siempre a volumen brutal: “Ace of spades”, “Overkill”, “Iron fist”, “No class”, “Bomber”…
Últimamente, habían llegado a nuestros oídos noticias de que el viejo Lemmy había sufrido varios achaques que le habían obligado a cancelar varios conciertos, pero no podía ser, no era posible: algo irracional, una perniciosa inercia, nos decía que Lemmy siempre está ahí, que siempre vuelve. Es tan viejo como el rock, consustancial a él, y cada dos o tres años está de vuelta, ya sea para dar un concierto por aquí o con un nuevo disco.
Las modas vienen y van, ya pasaron el nu metal, el rap metal… Pero, hasta hoy, Lemmy ha estado siemore ahí, como espejo de coherencia, como símbolo del rock and roll, asido a sus sempiternos acompañantes, la botella de Jack Daniels y su cigarro Marlboro (esa era su única exigencia a los promotores de sus conciertos, en el camerino tenía que haber güisqui y tabaco; nada de toallas blancas de rizo o batidos multivitamínicos, esto es rock and roll).
A partir de ahora, queda su legado, sus canciones, himnos tocados a mayor volumen que nadie y más rápido que nadie, canciones más toscas que ningún otra.
Agur, Lemmy: naciste para perder y has vivido para ganar.
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