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Agencias | Redacción
El periodista se estrena en el largomentraje con una obra que, a partir de una pintura de Alain Urrutia, se adentra en el proceso creativo del músico de Zornotza.
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Margolaria es el primer largometraje de Oier Aranzabal, sobre el músico Mikel Urdangarin. El documental, en el que ha participado EiTB, lleva el título de su último disco, pero la película va más allá del cantautor, porque pretende contar "el viaje que un músico realiza durante su proceso creativo".
"No quería hacer el documental de Mikel Urdangarin, sino atrapar el personaje desde su interés universal, como un cantautor que vive de su obra, que llena teatros, pero que no vive fácil. Quería contar esa historia, que es la suya, pero que también puede ser la de un músico de Nashville, de China o Japón", explica Aranzabal.
Este director, músico y periodista estrena su ópera prima la sección Zinemira del Zinemaldia.
A Aranzabal ya le "rondaba" la idea de hacer este tipo de retrato de un músico "con trayectoria" cuando coincidió con Urdangarin en Santander, en una exposición de Alain Urrutia, y empezó a fraguarse el proyecto, en el que también acabó participando el pintor bilbaíno.
"Mikel tiene 20 años de carrera a sus espaldas, ha publicado ya una docena de discos y es uno de los cantautores consagrados de la escena vasca. Así que me pareció la persona idónea", señala.
Un viaje del músico a Londres para recoger un cuadro de Urrutia en el estudio del artista marca el inicio del documental y también del otro viaje, el interior, el de un creador que hace veinte años dejó su trabajo fijo como profesor para tomar un camino lleno de incertidumbres, una decisión que la mayor parte de su entorno no comprendió.
Buenos Aires, Edimburgo y la isla japonesa de Okinawa son otros de los lugares donde Aranzabal ha rodado la película, un trabajo de dos años que emprendió en solitario y al que luego se sumaron "un espléndido grupo de amigos y compañeros", como Iker Treviño en la fotografía y Martin y Xabier Etxebarria en el guion.
Margolaria recoge momentos de contacto con el público, comentarios de su familia y de los músicos que le acompañan, reflexiones y también los silencios, esos que siguen al vacío que llega tras los aplausos.
La película está filmada en blanco y negro, algo que no se había propuesto en un principio, pero que luego resultó "evidente", ya que Urrutia, que "cruza" todo el relato, solo utiliza en sus cuadros la escala de grises.
Músico en Lou Topet
Aranzabal no tiene "ni por asomo" la experiencia musical de Mikel Urdangarin, pero también sabe lo que es un directo gracias a su grupo Lou Topet. "Más que nada me siento un creador, no me gusta decir que soy músico, pero como creador me ha ayudado mucho haber conocido, aunque poco, cómo se vive un concierto desde dentro", indica.
"Me ha ayudado a plantear el proyecto, a anticiparme a los momentos que podríamos a atrapar durante el rodaje, y también a pensar los temas que abordamos en el documental", como "el éxito, la relación con el público, la alquimia de la creación y la cruda soledad".
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