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Cine

Entrevista

Koldo Almandoz: "'Hondar ahoak' bebe de nuestra realidad"

Natxo Velez | eitb.eus

Tras estrenarse con éxito, el segundo episodio del thriller “Hondar ahoak” se podrá ver este miércoles en ETB1 y a partir de entonces en EiTB a la carta. Hemos hablado con su director, Koldo Almandoz.

  • Koldo Almandoz

    Koldo Almandoz, durante el rodaje de "Hondar ahoak"

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Misterio, oscuridad, desconfianza, arranques impactantes, acción, investigación, una pareja de policías, cabos sueltos, nudos que acaban por desatarse, una investigadora que llega a un lugar desconocido para desentrañar un caso, finales abiertos… “Hondar ahoak”, serie de cuatro capítulos estrenada el pasado miércoles en ETB1, tiene todo lo que buscan los aficionados al género negro.

Pero además de aquello que se da por supuesto en una producción de este tipo, la serie producida por Txintxua para ETB ofrece mucho más, y eso es lo que la ha convertido, según algunas críticas, en la mejor serie de ficción realizada nunca para televisión en nuestro país.

El director Koldo Almandoz (San Sebastián, 1973) ha enriquecido la serie con elementos propios de su cine (Belarra, 2002; Sipo phantasma, 2016; Plágan, 2017; Oreina, 2018), interpretada magníficamente por Nagore Aranburu, Eneko Sagardoy, Joxean Bengoetxea, Iraia Elias y un largo elenco, para llevar “Hondar ahoak” a otro nivel: ironía (“odio las historias que comienzan con una voz en off”, proclama una voz en off al inicio de la serie; y una ertzaina de la serie recrimina a su jefa hacer cosas “que solo se hacen en las series”), guiños autorreferenciales (el primer plano de la serie es un detalle de la cara del propio director), excelencia técnica y voluntad estética (planos acuáticos preciosistas que evocan a Oreina y Plágan) e incluso animales disecados.

Hemos hablado con Almandoz recién estrenado el primer capítulo, impacientes por saber más sobre los siguientes.

Has hecho cortometrajes, mediometrajes y largometrajes. ¿Cómo llega la serie “Hondar ahoak”?

Hasta ahora no había trabajado en series, pero dentro del audiovisual, al menos al nivel en el que yo me encuentro, uno no hace lo que quisiera, sino lo que puede financiar.

Llevaba un par de años preparando un proyecto de película, que finalmente no pudimos financiar, y cuando ETB lanzó la convocatoria para hacer miniseries, hablé con Marian Fernández, de la productora Txintxua, y vimos que podíamos hacer algo desarrollando y amoldando una idea sobre un thriller policiaco que tenía desde hace tiempo.

Es así como se puso en marcha.

¿Cómo cambia la forma de trabajar cuando escribes una película o una serie?

A la hora de escribir, las series presentan ventajas e inconvenientes con respecto a una película convencional. Una de esas ventajas o inconvenientes, pues tiene un poco de ambos, es el hecho de que son formatos invariables. El público de una serie quiere ver aquello que espera. Sabe que este formato le tiene que ofrecer ciertas cosas: un inicio potente, un gancho para el próximo capítulo, algún interrogante que quede abierto… Y si no se le da eso, parece que es un fracaso.

A veces todo me parece muy clónico, pero es cierto que utilizas otros lenguajes y es un producto dirigido a otro tipo de espectador. Antes que nada, me tuve que convencer a mí mismo de eso.

Eneko Sagardoy y Nagore Aranburu

Por otro lado, hace tiempo que tenía ganas de sumergirme en el género; soy lector de novela negra. Pero mis anteriores trabajos son muy naturalistas, tienen un tono mínimo, y en trabajos de ese estilo el autor tiene un margen muy estrecho, ya que a nada que te salgas un poco canta mucho: queda muy artificial y poco creíble.

Por el contrario, el género te amplía ese margen, y te ofrece una mayor oportunidad de derrapar, ya que el enfoque de la verosimilitud es diferente. Hay que seguir los códigos del género, y eso es muy entretenido tanto a la hora de escribirlo como a la hora de verlo.

Así que eso es lo que he hecho: he intentado llevar a mi terreno de la mejor manera posible aquello que me gusta y aportar.

 “Hondar ahoak” es una serie policiaca y de suspense, pero ¿qué la convierte en una serie de un género que tú has llamado Basque Noir?

Pues, por una parte, el contexto: el paisaje… Está rodada en un pueblo de la costa vasca, en este caso en Ondarroa, pero también podía ser Pasaia o Bermeo. Eso quiere decir que no es un pueblo pescador folclórico de cartón piedra, sino una localidad industrial que huele a óxido y gasoil y en la que viven un montón de arrantzales senegaleses…

Eso es lo que forma eso que he llamado Basque Noir, el hecho de que beba de nuestra realidad. No hay un sheriff que conduzca un Ford Mustang o un casino de Las Vegas, sino un asador, lonjas y arrantzales senegaleses.

A pesar de sumergirte, como has dicho, en el género, no has renunciado a algunos elementos característicos de tu cine.

¿Cómo has cuidado el equilibrio entre el género y esos rasgos del cine de autor, si es que eso te ha preocupado?

Yo tenía claro que si tenía que estar un año a tope en esto era necesario que me divirtiera y aportar algo, que se vieran las cosas que a mí me interesan. Y creo que efectivamente están ahí, pero porque entran bien en la historia.

Por ejemplo, he cuidado mucho los diálogos, pues quería que fueran de 2020, y que no fueran tan redondos y rotundos como son muchas veces en este tipo de producciones. Por eso he usado a veces una fina ironía, como en la vida misma, y, sin que sea comedia, hay algunos momentos absurdos.

Esto no es una película de Ken Loach, sino una historia policiaca, y pedía caña

Y con la música ocurre lo mismo. Hay muchos trabajos en los que la música resta naturalidad y verosimilitud, se utiliza de manera tramposa para subrayar las emociones, pero este género te pide precisamente eso, hacer trampa.

La banda sonora que ha hecho Aitor Etxebarria me parece fantástica, te mete en el mudo de género. Y en muchas cosas relativas a la música, la fotografía y el sonido hemos ido a saco, no nos hemos quedado a medias. Pensé que esto no es una película de Ken Loach, sino una historia policiaca, y que por ejemplo la música, pedía caña. 

¿Cómo ha sido el juego de ocultarle e irle dosificando la información al espectador? En tu cine, el lado oculto de los personajes es de vital importancia.

Esa es la creación que a mí me gusta, la que no te muestra todo. Para mí, las cosas, las personas y la vida han de tener misterio; de lo contrario, no me interesan. Y en mis trabajos trato de promover eso.

Por ejemplo, en este trabajo ha sido más difícil de lo que pensaba, ya que las historias que muestran una investigación se sustentan sobre estructuras cerradas y perfectas en las que no puede quedar suelta ninguna pieza, y todo depende de cuándo y cómo muestres cada una de ellas.

A veces ha ocurrido que ciertas cosas las había pensado mostrar de una manera, y luego, en el montaje, lo he tenido que hacer de otra forma, porque, por ejemplo, la información estaba demasiado dispersa. Siempre se dice que hay una escritura durante el guion, otra durante el rodaje y otra más durante el montaje, y en este caso también ha sido sí, en busca de un producto que resultase entretenido para cualquiera pero que ofreciera algo también a un público con intereses diferentes.

La historia está ambientada en Ondarroa, “un pueblo en el que no existe la intimidad”, según un personaje afirma en el primera capítulo. ¿Por qué lo habéis elegido?

Ondarroa es un pueblo con mucha personalidad, desde su euskera tan especial hasta la personalidad de la gente. Además, existe otro elemento en los puertos industriales vascos que es el hecho de que han vivido tiempos mejores. Seguramente, hace veinte o treinta años viviría allí más gente, habría más riqueza…

Me parecía un microcosmos muy interesante para contar una historia y plantear ese juego sobre una persona foránea que llega al pueblo y mostrar cuál es su acogida.

Junto a actores contrastados como Eneko Sagardoy, Nagore Aranburu, Iraia Elias, Josean Bengoetxea, Sara Cozar, Iñaki Beraetxe y Ander Lipus has dirigido, como hicieras en “Oreina”, a actores no profesionales. ¿Qué les has pedido y cómo has combinado ambos mundos?

Antes de nada, tengo que decir que he tenido una suerte tremenda con los actores. Ha sido un rodaje muy duro, la serie se ha filmado en cuatro semanas y eso ha exigido un trabajo increíble al equipo técnico y al artístico.

En general, están muy bien. Han tenido una gran implicación, y estoy muy contento.

Nagore Aranburu y Eneko Sagardoy

Pero muchas veces el talento oculta otras muchas cosas. Gracias al esfuerzo de todos los que han participado, hemos hecho cuatro capítulos con la mitad del presupuesto de un solo capítulo de “Patria” o “El internado”.

Trabajar con actores naturales o con personas que no son actores trae una dificultad añadida, pero la gente del pueblo nos ha ayudado un montón. Ana Elordi, por ejemplo, ha estado trabajando con ellos con antelación.

Al final, a veces sale mejor y otras veces peor, pero le dan credibilidad al trabajo. No me puedo imaginar a alguien que no sea un arrantzale senegalés haciendo de un arrantzale senegalés.

El tema del idioma está muy trabajado. En el primer capítulo se oyen tres idiomas, y algunos personajes utilizan el dialecto local mientras que otros no lo hacen. ¿Qué criterios habéis seguido?

Sí, es un tema al que le hemos dado muchas vueltas y me ha generado varios dolores de cabeza, porque era algo con lo que contábamos. Parece que aquí, ante cualquier película, nos dedicamos a hacer debates filológicos en lugar de verla, y seguro que recibimos más críticas porque un personaje no haya utilizado correctamente el habla de Markina que por la trama.

Teníamos varias opciones: “utilicemos el euskera de Ondarroa tal cual”, con lo que nadie fuera de Ondarroa lo hubiera entendido; otra corriente decía “utilicemos el euskera batua”, pero no conseguiríamos la veracidad y naturalidad que pide una película rodada en Ondarroa.

Por eso, los actores que interpretan a personajes del pueblo utilizan un modelo inclinado hacia el vizcaíno que todos entendemos, y otros hablan un euskera más batua porque sus personajes lo permiten.

Pero lo que me gustaría sería que quienes estén viendo la serie se olvidaran de toda esta historia del euskera.

¿Qué podemos adelantar a quienes se quedaron con ganas de más tras ver el primer capítulo?

Verán que nada es lo que parece, “nada desaparece”, como dice el lema. A quien vio el primer capítulo le diría que siguiera viendo la serie, porque los personajes tienen una evolución y en cuatro capítulos, en 200 minutos, se cuenta una historia completa. Esto no es “Juego de tronos”, y no necesitarán un mapa para seguir la historia.

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