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Zinemaldia

Entrevista

Jose Mari Goenaga: 'Intentamos que el público quiera a nuestros personajes'

Natxo Velez | eitb.eus

Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi, los creadores de “Loreak” y “Handia” presentan su cuarto largometraje, “La trinchera infinita”, en la Sección Oficial del Zinemaldia.

  • Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi

    Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitor Arregi, directores de "La trinchera infinita"

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El trío conductor de la productora Moriarti, los cineastas Jose Mari Goenaga, Jon Garaño y Aitori Arregi, vuelven al Zinemaldia en su 67ª edición. Tras presentar “80 egunean” (2010) en la sección Zinemira y “Loreak” (2014) y “Handia” (2017) en la Sección Oficial, vuelven a la carrera por la Concha de Oro con la emocionante y psicológica “La trinchera infinita”, la mejor película de su carrera.

Más allá de un ya palpable sello estilístico de sus autores, el drama “La trinchera infinita” presenta desde su concepción grandes diferencias con sus predecesoras: ha sido filmada en Andalucía, en andaluz y está protagonizada por los conocidos actores Antonio de la Torre y Belén Cuesta. 

Apoyada en un guion sin fisuras, brillantísimas interpretaciones y maestría técnica, la película, proclive al paladeo por sus infinitos detalles y que se aferra a la mente del espectador una vez se han encendido las luces de la sala, cuenta la historia de “los topos”, hombres y mujeres víctimas del alzamiento de Franco que, temerosos de las represalias, se escondieron durante la dictadura franquista en sus casas, en algunos casos sin salir de ellas durante 40 años. 

Hemos charlado con Goenaga, Garaño y Arregi sobre esta película en torno al miedo, en puertas del Zinemaldia.

¿Cómo os encontrasteis con la historia de “los topos”?

Jose Mari Goenaga: La idea nació viendo el documental “30 años de oscuridad”, una película de 2011 producida por las productoras Irusoin y La Claqueta.  

La vi en un festival, y me sorprendió mucho descubrir la realidad de “los topos”. Desconocía su existencia, a pesar de que su historia tuvo cierto eco en la década de los 70 gracias a “Los topos”, un libro de Manu Leguineche y Jesús Torbado, y también habían aparecido en algunas películas como “Los girasoles ciegos” y “Mambrú se fue a la guerra” de Fernando Fernán Gómez.

Su historia me parecía muy interesante como testimonio, pero también los veía como una figura muy adecuada para crear en torno a ella una alegoría sobre el miedo. Nos resultó atractivo tanto en el plano metafórico como en el cinematográfico.

Respecto a este último aspecto, queríamos mostrar todo el encierro desde el único punto de vista de la persona oculta, con lo que se nos abrían muchas opciones para el juego: el sonido, qué se oye y qué no se oye; el fuera de campo, qué se ve y qué no se ve…

¿Por qué ambientarlo en Andalucía?

Goenaga: Lo de Andalucía estuvo allí desde el inicio, ya que La Claqueta, que produjo junto a Irusoin “30 años de oscuridad”, es de allí. La película ha estado planteada desde el principio como una coproducción vascoandaluza.

Además, “los topos” fueron más numerosos en el centro de España y en Andalucía que, por ejemplo, en Euskal Herria: aquí la muga está más cerca, se trata de un terreno más montañoso… De una manera u otra, aquí se encontraron otras vías para escapar sin tener que ocultarse durante tanto tiempo. Por eso nos pareció más natural ambientar la película en Andalucía.

¿Y qué supuso esta decisión a la hora de rodar?

Aitor Arregi: Comenzamos el rodaje en mayo de 2017, y lo llevamos a cabo en dos etapas, ya que la historia pedía un receso para poder mostrar el paso del tiempo en algunos actores. Ambas etapas las comenzamos a rodar en Andalucía y luego vinimos a Euskal Herria, donde hemos grabado casi todas las sesiones en plató.

Al principio, parte del equipo no se conocía entre sí ya que, por temas de cuotas, algunos éramos vascos y otros andaluces. Pero en ese sentido todo ha funcionado muy bien con los técnicos, actores…

Los personajes hablan en andaluz, y se nota que habéis tratado el habla de los personajes con sumo cuidado.

Arregi: Es algo que nos daba mucho respeto: llegas allí a contar una historia local, y no sabes muy bien si lo que tú dices suena natural o no. Pero tanto el equipo como varios expertos nos ayudaron mucho en este aspecto, y los actores también realizaron un gran trabajo buscando expresiones y giros adecuados…  

Goenaga: El guion pasó también por las manos de expertos lingüistas. Y los propios actores ejercieron de filtro, por lo que era muy importante para nosotros que fueran andaluces, que nos pudieran decir “pues mi abuela no diría esto así”. Eso nos ayudó mucho.

Antonio de la Torre y, sobre todo, Belén Cuesta hacen un trabajo espectacular, al igual que Vicente Vergara y Emilio Palacios en sus papeles secundarios. ¿Qué queríais de ellos y qué os han dado?

Jon Garaño: Teníamos muy claro, por las peculiaridades de la película, que el trabajo de los actores era básico para que funcionara. Tenían que aportar naturalidad y credibilidad, y, además, tenían que ser capaces de envejecer y adaptarse al devenir de la historia.

En la fase inicial, Higinio (Antonio de la Torre) era más importante en la historia, pero nos dimos cuenta de que ese protagonismo tenía que ser compartido con la persona que lo acompaña, que es Rosa (Belén Cuesta).

Han demostrado una capacidad interpretativa impresionante, que ya era conocida por todos, pero también se han implicado mucho, tanto artísticamente como personalmente. Recuerdo que Antonio nos decía que era muy importante contar bien esta historia, y esto nos ha hecho sentir presión en algunos momentos.

Estamos muy contentos con su trabajo, y también me gustaría destacar el trabajo de los tres actores que interpretan a otros tres personajes que participan en la historia, Vicente Vergara y Emilio Palacios, que tú has citado, y José Manuel Poga. 

Goenaga: Belén y Antonio han mostrado un gran compromiso con sus personajes y los han hecho muy suyos. Eso nos ha llevado a un proceso muy interesante, ya que ha habido momentos en los que hemos tenido que negociar.  

Cuando los actores trabajan con ese compromiso y no se limitan a repetir el texto o ir a donde les dices, se consigue una gran naturalidad. Pero, a su vez, esta forma de trabajar te obliga a no perder el norte, y saber en todo momento a dónde te diriges y por qué está ahí cada elemento del guion, tienes que establecer qué es negociable y qué no.

Los protagonistas no resultan arquetípicos, no se trata de héroes inmaculados y eso los convierte en personajes creíbles. Se muestra su lado más oscuro pero el espectador no deja de empatizar con ellos. ¿Cómo habéis buscado ese equilibrio?

Garaño: Como dices, en el caso de Higinio, se muestran algunos aspectos más oscuros de su personalidad, a veces explícitamente y otras veces simplemente sugiriéndolos. Como ocurrió en los casos de otros “topos”, Higinio pasa por diferentes fases durante su cautiverio, y llega incluso a dudar de los ideales que lo han llevado a esa situación. Nos parecía interesante mostrar todo eso.

De todas formas, nos gustaría que el espectador empatizara con él ante algunas situaciones concretas, a pesar de mostrar o sugerir esos aspectos más oscuros.

Goenaga: En ciertos momentos, nos era difícil huir del maniqueísmo, ya que, cuando estableces un solo punto de vista, dejas a algunos personajes sin apenas margen para reivindicarse, como sucede en esta película con el personaje del vecino.

Aunque no resulta para nada pesada, se trata de una película larga, de dos horas y media, pero tengo la sensación de que, aún así, hay material que se ha quedado fuera.

Garaño: Hice un intento por reducirla a dos horas, pero la película se hacía más larga: te salías de la historia, no empatizabas tanto con los personajes…

Muchas veces, pensamos que una película quedará mejor si le quitamos veinte minutos, pero no siempre es así. Normalmente, esos veinte minutos están ahí por algo.

Y eso que también desde un punto de vista comercial es más complicado distribuir y programar una película larga, pero ¡seguro que si hubiéramos salido con ese montaje de dos horas alguien diría que había que quitarle veinte minutos!

La primera versión era de tres horas, y tuvimos durante mucho tiempo una versión de dos horas y tres cuartos. Al final, le quitamos algunas cosas, y creo que ahí sí acertamos.

En la película volvemos a encontrar algunos elementos que ya resultan identificativos en vuestra filmografía: la estructura fragmentada a través de capítulos, conversaciones aparentemente superficiales que alivian la carga dramática (el personaje de Belén Cuesta hablando sobre la voz de Franco, en este caso)… ¿Diríais que existe un “estilo Moriarti”? ¿Cómo lo definiríais?  

Garaño: Cuando empezamos en esto, pretendíamos hacer cine de autor, pero, al trabajar en grupo, no sabíamos si eso tenía mucho sentido, ya que trabajamos con más de un punto de vista.

En cambio, ahora, nos parece que siempre nos movemos alrededor de lo mismo. Utilizamos diferentes envoltorios y contamos diferentes historias, pero siempre asoman los temas que más nos interesan. Hacemos películas psicológicas que hablan sobre las relacionas personales, la incomunicación, la familia, la muerte, la desaparición y la reaparición de cadáveres, la memoria, el paso del tiempo, los niños…

Si comparas, por ejemplo, “Handia” con “La trinchera infinita”, en “Handia” los dos personajes deben abandonar el hogar para poder vivir, mientras que los dos personajes de “La trinchera infinita” tienen que encerrarse en casa para poder hacerlo.

Y en lo que respecta a la técnica, es verdad, como dices, que en las cuatro películas hay capítulos, pero el motivo es diferente en cada una de ellas. En “80 egunean”, usamos esa técnica para mostrar el paso del tiempo; en “Loreak”, para evidenciar que cambiaba el punto de vista; en “Handia” se trataba más de un intento por acercarnos a la estructura de una novela del siglo XIX; y en el caso de esta película, apoyaba su carácter elíptico.

Goenaga: Añadiría que intentamos que el público quiera a nuestros personajes.

Garaño: ¡Aunque no se hagan querer!

Goenaga: Aspiramos a que el público salga de la sala con ganas de reivindicar nuestros personajes a pesar de sus miserias. 

Esta vez habéis firmado los tres como directores. ¿Cómo trabajáis?

Garaño: En las películas anteriores, los directores hemos sido dos, pero el tercero siempre ha estado en la sombra. En este caso, han sido las circunstancias las que nos han llevado a firmar los tres. Al principio, los directores íbamos a ser Jose Mari y yo, pero tuve que irme fuera, y me relevó Aitor.

Después, tras el parón en el rodaje, yo regresé a mi puesto, pero lo curioso es que, a pesar de trabajar los tres juntos en la preproducción, el montaje y la posproducción, en ningún momento hemos coincidido los tres en el rodaje. Eso facilita las cosas, porque hay que tomar muchas decisiones y es más rápido hacerlo entre dos. 

¿Por qué uno u otro? Normalmente, quien trae la idea siempre está en el proyecto desde el principio, y quién lo acompaña suele depender simplemente de la disponibilidad.

El miedo al diferente y a lo desconocido es el principal tema de la película. ¿A qué miedos os habéis enfrentado vosotros a la hora de emprender esta aventura?

Goenaga: Luego me fue desapareciendo, pero al principio del rodaje tenía una cierta preocupación en torno a Belén y Antonio. Son dos actores ya muy conocidos, y muchas veces tienen que medir mucho los pasos que dan, ya que cualquier tropezón puede tener consecuencias en sus carreras.

Hasta ahora, habíamos trabajado con actores menos conocidos, y existía otra tranquilidad por las dos partes. Pero el caso de Antonio y Belén era diferente, y eso me generaba una gran inseguridad, al menos al principio.

Pero han quedado satisfechos, y, además, una sola película no puede hundir la carrera de un actor, ¿no? (ja ja).

Por otra parte, diría que hemos estado más tranquilos que con “Handia”. Ya hemos recorrido un camino, mientras que, para muchos, “Handia” era nuestra segunda película, después de “Loreak”. Ahí sí que teníamos un poco más de miedo, porque, si después de una película con buena acogida la segunda es un fracaso, la gente puede decir que todo ha sido cuestión de suerte. No obstante, tras dos películas que, en su medida, han tenido éxito, nos otorgamos un pequeño derecho a meter la pata. He trabajado más tranquilo. 

Volvéis al Zinemaldia a presentar una película, después de “Loreak” y “Handia”. ¿Qué acogida esperáis para “La trinchera infinita”?

Garaño: Nos gustaría ganar, pero hemos vivido ambas situaciones: “Loreak” se llevó una pequeña mención y “Handia” recibió el premio Irizar del cine vasco y una mención especial del jurado.

No pensamos demasiado en ello, porque con “Loreak” vimos que, a pesar de no conseguir premios, salió muy reforzada. Ahora, una vez dicho esto, los premios de “Handia” me hicieron mucha ilusión.

Por tanto, diría que no nos quita el sueño, pero si hay algún premio, mejor.

Goenaga: Pero somos conscientes de que es muy relativo. En los festivales, los premios los deciden jurados formados por unas pocas personas, y nunca sabes en qué criterios basan esa elección, qué discusiones tienen o si eligen la película que menos controversia genera entre los miembros.

Por ese lado, estoy tranquilo. Nos haría ilusión, pero lo más importante es la opinión general que deje la película. 

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